Se lidiaban, supuestamente, seis toros del Tajo y la Reina, propiedad de José Miguel Arroyo “Joselito” y terminó saliendo al ceniciento ruedo bilbaíno una escalera impresentable de novillos impropios de muchas plazas de segunda. Todos escurridos, sin remate, bajos, sin badana, tremendamente anovillados la mayoría salvo el sexto que tenía cara pero estaba muy mal hecho. Así está Bilbao por obra y gracia de unos señores, miembros de la Junta Administrativa que, no sólo se permiten el lujo de anunciar un hierro sin el prestigio y el nivel suficientes para una feria como la de Bilbao, sino que, además, aprueban, bendicen y escogen ellos mismos semejantes animalejos en el campo.
¿Y qué me dicen de la autoridad?, que permite, aprueba y deja saltar al ruedo semejante muestrario de novillos. Muy mal el equipo veterinario, mucho peor Matías González que, como presidente ha permitido tamaña aberración en una plaza de semejante categoría.
Enrique Ponce ha sabido meter en el saco a un público inocentón, fácil, ignorante de lo que supone torear de verdad a un toro. Siempre fuera de cacho, hoy más que nunca, abusó del pico, se alivió con descaro, remató siempre los muletazos hacia fuera y en muchas fases de sus faenas bien pudieran haber entrado los largos vagones de la línea 2 del metro entre él y sus dos oponentes.
Con la espada estuvo desastroso, ejecutando la suerte al hilo del pitón y aliviándose de tal manera que los pinchazos bajos y las estocadas defectuosas estuvieron a la orden del día.
Tras semejante demérito en su segundo, con dos pinchazos horrorosos y una estocada defectuosa muchos de los espectadores le ovacionaron con fuerza mientras los aficionados daban muestras de desacuerdo. Le dio igual. Vuelta al ruedo por el morro, sin pudor ninguno. Los espectadores más festivaleros, que, por desgracia son amplia mayoría, rebosaban de felicidad. Bilbao, a la altura del barro.
Morante salió sin recuperarse de la cornada sufrida hace unos días en el Puerto. A su primero, un toro que en absoluto se empleó en ningún momento lo masacraron, con su permiso, en tras largos puyazos sin justificación mientras la autoridad hacía el Tancredo. Masacre injustificada, castigo desmedido y un novillejo infame dejando su último aliento en el peto. Lamentable. Eso sí, el de la Puebla del Río es un hombre transparente, sincero, que no oculta ni lo bueno ni lo malo que le sale del alma. A ese no lo quiso ni ver, y con toda la apatía y el desánimo del mundo le pasó la muleta por el hocico antes de llevarlo para el otro barrio. Sinceridad ante todo. La bronca, monumental. Es mucho mejor aplaudir y premiar al que engaña, digan que sí.
A la salida del quinto hubo un sector de público que le increpó por su anterior actuación. Mal detalle, sin duda, proveniente de espectadores que son muy malos aficionados. Un bello y templado ramillete de lances al cuasi moribundo animalito bastó para callar bocas. El resto, puro espejismo. Tres lances en un quite y las ganas de pegarle muletazos a un animalejo que no embestía, si no que andaba hacia la muleta de Morante. Ver embestir así a un animal es un insulto a la fiesta de los toros y la prueba más evidente de que la carencia de emoción y de toro es el principal cáncer de la fiesta de los toros en Bilbao y en el resto del mundo.
Del Cid sólo podemos decir que estuvo desconfiado, fuera de sí, tomando mil y una precauciones, toreando muy despegado, sin ánimo, ni valor, ni ganas, ni un mínimo del pundonor que en su día nos levantó de nuestros asientos, cuando, por ejemplo, triunfó en esta plaza ante seis Victorinos. Esta caricatura del Cid es la muestra más evidente del acomodo de una figura que se ha olvidado ya de quién le puso ahí arriba: el toro de verdad.La feria avanza mientras el prestigio de la plaza cae en picado. Mañana mano a mano con Juli y Perera.
En los corrales de Vista Alegre habitan seis toros de Jandilla en el corral contiguo a la corrida de Torrestrella. Doce toros impropios para Bilbao que, sin duda, saltarán al ruedo de Vista Alegre para su desgracia y la de los aficionados que acudimos todas las tardes. No importa, eso sólo nos interesa a nosotros; a la Autoridad, a la Junta Administrativa y a los espectadores, sólo les interesa que las figuras corten orejas. Así está Bilbao, sumida en una desgracia contínua.
Nota del chofre. Cuando publicamos esta crónica llega la noticia que Perera ha sido cogido por lo cual el Juli se encerrará con seis toros.